Por Fernando Peralta
“Vivimos esclavos de la máquina”
El único jugador de la región ubicado entre los cien mejores del mundo habla sobre la actualidad del ajedrez y su relación con la tecnología. Además, una partida comentada por el cuatro veces campeón argentino el GM Diego Flores.
–¿Cómo fue tu formación como ajedrecista y cómo te preparás para la competencia?
–Debo ser muy duro conmigo mismo, porque la verdad es que hago lo contrario del ideal. A pesar de mi edad (tengo 47 años), podría tener margen de mejora. Obviamente debería estudiar, prepararme. Pero lamentablemente desarrollé, y es algo de lo que no puedo estar orgulloso, un rechazo por el estudio del ajedrez. Mi padre desde muy pequeño comenzó a mostrarme libros. Incluso el famoso curso de Roberto Grau, que Jorge Szmetan tuvo el detalle de enviarme por correo desde la Argentina. Pero para mí fue una tortura, porque mis padres me hacían leer mientras mis hermanos jugaban fútbol... Conclusión: me gusta mucho el fútbol, pero rechazo el estudio del ajedrez. Eso me ha marcado.
–Actualmente los ajedrecistas profesionales se destacan por su preparación teórica. Sin embargo es evidente que no seguís esta tendencia, lo cual te convierte en un jugador excepcional. ¿Cómo se explica esto?
–En realidad me pasó algo muy curioso, porque comencé a jugar desde muy pequeño, los resultados se comenzaron a dar y seguí prácticamente por inercia. Luego no conseguí dedicarme con la profesionalidad que esto requiere, porque si uno no adquiere esos hábitos de pequeño, después cuesta más. Actualmente me gusta seguir las partidas que se desarrollan en el mundo, pero en estos tiempos cibernéticos esto no es suficiente. El ajedrez ha avanzado de tal manera gracias a los programas que todos se preparan de una manera muy intensa, todo está analizado. Vivimos esclavos de la máquina. No obstante, a pesar de esa vorágine de información todavía hay margen para la creatividad.
–Tengo entendido que el ex campeón mundial Vasselin Topalov se interesó en estudiar con vos.
–En alguna ocasión Topalov tuvo el detalle –ya que vivimos ambos en Salamanca– de invitarme para estudiar un poco. Consideré que era un lujo para mí y fui con las mejores ganas. Pero mientras él ponía algunas jugadas en la computadora, y yo teóricamente tenía que estar ahí esperando que alguna idea interesante se me ocurriera, en ese pequeño lapso no podía evitar comenzar a cabecear a punto de quedarme dormido. ¡Qué vergüenza! Pero no podía evitarlo. Algo raro pasa conmigo. El es muy educado y nunca me dijo nada duro, pero naturalmente no me llamó más para entrenar. No obstante, en alguna ocasión me invitó a jugar y ahí sí me encontré muy a gusto. Más que nada soy un jugador práctico. Soy un buen competidor, pero lamentablemente es como si tuviera un chip insertado en mi cerebro que rechaza cualquier tipo de estudio.
–¿Cómo ves la realidad del ajedrecista profesional en la actualidad?
–Son circunstancias difíciles por las que tenemos que pasar los ajedrecistas profesionales que nos dedicamos ciento por ciento a la competencia. Te das cuenta de que el esfuerzo es enorme y la gratificación muy pequeña. Estoy en este momento muy desencantado con el ajedrez. De todas maneras, hago mi autocrítica. No puedo hablar mal del ajedrez si llevo viviendo tantos años de él. Pero dada mi situación personal, me afecta bastante el estado en el que están las cosas. Hay que ser realista, yo creo que el ajedrez perdió bastante, por poner un ejemplo, cuando se perdió esa tradición del Campeonato del Mundo. Los matches entre Kasparov y Karpov eran un acontecimiento mundial, salían en televisión y en el resto de la prensa. Ahora, incluso habiendo una figura tan connotada como Carlsen, nos hemos enterado de que no hay ni siquiera una oferta para realizar el siguiente match por el Campeonato Mundial. Esto demuestra que no se están haciendo bien las cosas. Por otra parte, creo que el ajedrez es un producto reconocido como herramienta educativa y eso da perspectivas para el futuro.
–¿Cómo ves el ajedrez argentino?
–El ajedrez argentino se ha caracterizado por tener una gran tradición. Es una pena que se hayan dejado de organizar esos grandes torneos que caracterizaban a Argentina y donde participaban jugadores de mucho nivel. Se siente la ausencia del gran Miguel Najdorf, que con su carisma y su prestigio movía los hilos. Ahora haría falta alguna figura joven que tuviese un gran potencial. Mientras no surja esa figura, va a ser muy difícil que el ajedrez argentino se reactive. Ha perdido espacio en los medios de comunicación y eso repercute negativamente.
–¿A qué se debe esa pérdida de espacio del ajedrez en los medios?
–Creo que en general la prensa vive un deterioro generalizado, no sólo en Latinoamérica sino en el mundo en general. Ahora tenemos la noticia tan a la mano con Internet que la prensa ya no llama la atención, entonces debe buscar sensacionalismo, la noticia bomba. Y el ajedrez no encaja mucho en eso. Así como actualmente casi no hay revistas especializadas de ajedrez, ya que uno puede ver las partidas en directo, con el resto de la prensa pasa algo parecido.
“Vivimos esclavos de la máquina”
El único jugador de la región ubicado entre los cien mejores del mundo habla sobre la actualidad del ajedrez y su relación con la tecnología. Además, una partida comentada por el cuatro veces campeón argentino el GM Diego Flores.
–¿Cómo fue tu formación como ajedrecista y cómo te preparás para la competencia?
–Debo ser muy duro conmigo mismo, porque la verdad es que hago lo contrario del ideal. A pesar de mi edad (tengo 47 años), podría tener margen de mejora. Obviamente debería estudiar, prepararme. Pero lamentablemente desarrollé, y es algo de lo que no puedo estar orgulloso, un rechazo por el estudio del ajedrez. Mi padre desde muy pequeño comenzó a mostrarme libros. Incluso el famoso curso de Roberto Grau, que Jorge Szmetan tuvo el detalle de enviarme por correo desde la Argentina. Pero para mí fue una tortura, porque mis padres me hacían leer mientras mis hermanos jugaban fútbol... Conclusión: me gusta mucho el fútbol, pero rechazo el estudio del ajedrez. Eso me ha marcado.
–Actualmente los ajedrecistas profesionales se destacan por su preparación teórica. Sin embargo es evidente que no seguís esta tendencia, lo cual te convierte en un jugador excepcional. ¿Cómo se explica esto?
–En realidad me pasó algo muy curioso, porque comencé a jugar desde muy pequeño, los resultados se comenzaron a dar y seguí prácticamente por inercia. Luego no conseguí dedicarme con la profesionalidad que esto requiere, porque si uno no adquiere esos hábitos de pequeño, después cuesta más. Actualmente me gusta seguir las partidas que se desarrollan en el mundo, pero en estos tiempos cibernéticos esto no es suficiente. El ajedrez ha avanzado de tal manera gracias a los programas que todos se preparan de una manera muy intensa, todo está analizado. Vivimos esclavos de la máquina. No obstante, a pesar de esa vorágine de información todavía hay margen para la creatividad.
–Tengo entendido que el ex campeón mundial Vasselin Topalov se interesó en estudiar con vos.
–En alguna ocasión Topalov tuvo el detalle –ya que vivimos ambos en Salamanca– de invitarme para estudiar un poco. Consideré que era un lujo para mí y fui con las mejores ganas. Pero mientras él ponía algunas jugadas en la computadora, y yo teóricamente tenía que estar ahí esperando que alguna idea interesante se me ocurriera, en ese pequeño lapso no podía evitar comenzar a cabecear a punto de quedarme dormido. ¡Qué vergüenza! Pero no podía evitarlo. Algo raro pasa conmigo. El es muy educado y nunca me dijo nada duro, pero naturalmente no me llamó más para entrenar. No obstante, en alguna ocasión me invitó a jugar y ahí sí me encontré muy a gusto. Más que nada soy un jugador práctico. Soy un buen competidor, pero lamentablemente es como si tuviera un chip insertado en mi cerebro que rechaza cualquier tipo de estudio.
–¿Cómo ves la realidad del ajedrecista profesional en la actualidad?
–Son circunstancias difíciles por las que tenemos que pasar los ajedrecistas profesionales que nos dedicamos ciento por ciento a la competencia. Te das cuenta de que el esfuerzo es enorme y la gratificación muy pequeña. Estoy en este momento muy desencantado con el ajedrez. De todas maneras, hago mi autocrítica. No puedo hablar mal del ajedrez si llevo viviendo tantos años de él. Pero dada mi situación personal, me afecta bastante el estado en el que están las cosas. Hay que ser realista, yo creo que el ajedrez perdió bastante, por poner un ejemplo, cuando se perdió esa tradición del Campeonato del Mundo. Los matches entre Kasparov y Karpov eran un acontecimiento mundial, salían en televisión y en el resto de la prensa. Ahora, incluso habiendo una figura tan connotada como Carlsen, nos hemos enterado de que no hay ni siquiera una oferta para realizar el siguiente match por el Campeonato Mundial. Esto demuestra que no se están haciendo bien las cosas. Por otra parte, creo que el ajedrez es un producto reconocido como herramienta educativa y eso da perspectivas para el futuro.
–¿Cómo ves el ajedrez argentino?
–El ajedrez argentino se ha caracterizado por tener una gran tradición. Es una pena que se hayan dejado de organizar esos grandes torneos que caracterizaban a Argentina y donde participaban jugadores de mucho nivel. Se siente la ausencia del gran Miguel Najdorf, que con su carisma y su prestigio movía los hilos. Ahora haría falta alguna figura joven que tuviese un gran potencial. Mientras no surja esa figura, va a ser muy difícil que el ajedrez argentino se reactive. Ha perdido espacio en los medios de comunicación y eso repercute negativamente.
–¿A qué se debe esa pérdida de espacio del ajedrez en los medios?
–Creo que en general la prensa vive un deterioro generalizado, no sólo en Latinoamérica sino en el mundo en general. Ahora tenemos la noticia tan a la mano con Internet que la prensa ya no llama la atención, entonces debe buscar sensacionalismo, la noticia bomba. Y el ajedrez no encaja mucho en eso. Así como actualmente casi no hay revistas especializadas de ajedrez, ya que uno puede ver las partidas en directo, con el resto de la prensa pasa algo parecido.
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No al anonimato. se valiente.