Nueva York 1927
En los Estados Unidos, Capablanca tenía tanta o más hinchada que en su propia Cuba. Sus resultados de los torneos de Nueva York 1924 y Moscú 1925 tenían muy preocupados a sus fanáticos. Pero, viéndolo bien, no eran tampoco unos pésimos resultados, al fin y al cabo había ocupado el segundo y el tercer puesto en unos torneos fuertes, de primera categoría. Pero se esperaba más de él. Y ya hemos visto que no se fajó con la disciplina y el entusiasmo necesarios para ganar. Por esa razón, sus seguidores organizaron el torneo de Nueva York 1927.
“Había que resucitar su otrora temible reputación y al mismo tiempo ‘frenar’ a Alekhine, cuyos éxitos venían en aumento”, dice Panov.
Para tal fin organizaron un torneo muy particular, entre el 19 de febrero y el 25 de marzo de 1927, con seis invitados, programado a cuatro vueltas. Los invitados, además de Capablanca, fueron Alekhine, Nimzowish, Vidmar, Spielmann y Marshall. Entre la prensa deportiva causó extrañeza que no fueran invitados Lasker, que solía quedar por encima del campeón en este tipo de encuentros; Reti, que le había ganado una buena partida en el torneo de 1924, y Rubinstein, que le había ganado en San Sebastián, y en los otros encuentros siempre habían hecho unas tablas descoloridas.
El torneo se hacía también con el objeto de definir el retador. A comienzos de ese mismo año, Capablanca había recibido sendos retos de Alekhine y de Nimzowish, que se consideraban con iguales derechos.
Por su parte, Alekhine, ya tenía muy adelantadas conversaciones con la Federación argentina de ajedrez para realizar el encuentro en Buenos Aires. Y Capablanca había estado de acuerdo. La carrera de aquél venía en un fulgurante ascenso, que él recoge en su libro Mis mejores partidas de Ajedrez, donde analiza partidas desde 1909, en su primera presentación en San Petersburgo hasta el año 23, con brillantes actuaciones en torneos importantes, como Carlsbad 1911, Schveningen 1913, Manheim 1914, Margate 1923 y otros. Actuaciones en las que demuestra con sobrada razón que debe ser el retador. Aunque Nimzowish por su lado también había hecho méritos parecidos. Pero esto lo iba a definir la tabla de posiciones del torneo.
En unas notas sobre los participantes en el torneo, para el New York Times, Capablanca escribe sobre Alekhine:
“El doctor Alejandro Alekhine nació en Rusia en 1902. La lista de sus éxitos es impresionante. Representante de la raza eslava, de más de 1.80 metros de estatura y de alrededor de 100 kgrs de peso, rubio y de ojos azules, Alekhine llama la atención por su aspecto cuando aparece en la sala del torneo. Habla con soltura seis idiomas, ostenta el título de doctor en derecho y por su cultura general sobrepasa con holgura el nivel de una persona mediana. Por lo visto, Alekhine está dotado de la memoria más excepcional que jamás haya existido. Nos encontramos por primera vez en 1913 en San Petersburgo. Apenas tenía 21 años y ya demostraba una extraordinaria noción de las aperturas. Actualmente es difícil encontrar otro experto igual en este campo. Nos parece que el contacto con nosotros favoreció el desarrollo y la formación de Alekhine.
En aquellos tiempos era muy débil en los finales. Ahora es muy fuerte en esa fase del juego. Entonces rengueaba en la apreciación del medio juego, mientras que actualmente es uno de los más fuertes en este sentido. En una palabra, antes Alekhine era todavía un jovencito inmaduro, mientras que ahora no hay otro tan acabado como él en todas las etapas del juego”.
Capablanca jugó el torneo con toda la seriedad del caso, con su fuerza de antes, y les ganó a sus adversarios sus encuentros individuales. Con Alekhine, que ocupó el segundo puesto, le ganó una partida y entabló las otras tres.
Los resultados finales fueron:
1. Capablanca 14 puntos
2. Alekhine 11.5 ”
3. Nimzowish 10.5 ”
4. Vidmar 10 ”
5.Spielmann 8 ”
6. Marshal 6 ”
“Debido a mi juego débil –dijo después Alekhine – el valor de esta partida fue nulo, pero su significado sicológico para la numerosa legión de aficionados (y no para el vencido) fue enorme. Sin duda, gracias a esta partida, el 95% de los llamados críticos competentes trataron de convencer al mundo del ajedrez de que en Buenos Aires en realidad no habría lucha, sino simple exterminio”.
Con el resultado del torneo, ya no había que darle más vueltas al asunto. Quedaba definido que para septiembre del mismo año se realizaría el match de Buenos Aires entre Capablanca y Alekhine.
Después del torneo, Capablanca salió apresuradamente para La Habana, donde había muerto su madre, María Graupera. La noticia la recibió en Washington, cuando iba camino a Nueva York a jugar el torneo.
“Este período posterior a la muerte de su madre –cuenta Jorge Daubar- lo vive Capablanca en plena reclusión, apenas saliendo a la calle cuando sus obligaciones con la Secretaría de Estado así lo impone.
Entretanto pasa sus ratos de ocio leyendo novelas históricas que muy recientemente se han convertido en sus favoritas. A ratos, y más por barajar sus ocupaciones que por otra cosa mayor, le dedica algunas horas al repaso de los pocos libros de ajedrez que tiene a mano en la que fuera la biblioteca de su padre”.
¿Entonces no se prepara para el match? Todo parece indicar que no. Haber triunfado en Nueva York de manera tan contundente sobre sus rivales, le dio la falsa seguridad de que el match de Buenos Aires sería algo sencillo; “un simple exterminio”, como decía Alekhine.
A finales de julio se embarca rumbo al Brasil, donde le tienen programadas cinco series de simultáneas, en Sao Paulo.
El barco va lleno de parejas de turistas de Europa del norte. En los puertos, los maridos se bajan del barco, en compañía de los marineros, en busca de las mulatas y las criollas que venden su amor. Sus mujeres quedan en el barco, al cuidado de Capablanca y otros comerciantes cubanos, que tratan de consolarlas lo mejor que pueden.
Cumple sus compromisos en el Brasil. Y llega a Buenos Aires el 10 de septiembre.
En el muelle lo están esperando los directivos del club de ajedrez y de la Federación Argentina de ajedrez. La prensa y los aficionados también han acudido en masa. Un delegado del presidente de la República lo conduce en una lujosa limosina hasta el hotel Plaza.
En la ciudad se vive una enorme expectativa. “Dos emisoras locales, la SOO y la LOR, que han contratado con los organizadores el derecho de transmisión exclusiva, por bloques de a diez partidas cada uno.
La primera para el gran Buenos Aires, y la segunda para el resto del país” (Daubar)
A su vez, Alekhine, ha llegado a la ciudad desde el 5 del mismo mes, en compañía de su esposa. Después de sus entrenamientos, todos los días da una larga caminada por los alrededores del centro.
El día de la primera partida, en su caminada habitual, se encuentra tirada en el suelo una herradura con sus clavos puestos. Y como era extraordinariamente supersticioso, sale para un puesto de venta de prensa, compra un diario cualquiera, la envuelve con todo el cuidado del caso y dice:
“¡Me estaba esperando!”.
En los Estados Unidos, Capablanca tenía tanta o más hinchada que en su propia Cuba. Sus resultados de los torneos de Nueva York 1924 y Moscú 1925 tenían muy preocupados a sus fanáticos. Pero, viéndolo bien, no eran tampoco unos pésimos resultados, al fin y al cabo había ocupado el segundo y el tercer puesto en unos torneos fuertes, de primera categoría. Pero se esperaba más de él. Y ya hemos visto que no se fajó con la disciplina y el entusiasmo necesarios para ganar. Por esa razón, sus seguidores organizaron el torneo de Nueva York 1927.
“Había que resucitar su otrora temible reputación y al mismo tiempo ‘frenar’ a Alekhine, cuyos éxitos venían en aumento”, dice Panov.
Para tal fin organizaron un torneo muy particular, entre el 19 de febrero y el 25 de marzo de 1927, con seis invitados, programado a cuatro vueltas. Los invitados, además de Capablanca, fueron Alekhine, Nimzowish, Vidmar, Spielmann y Marshall. Entre la prensa deportiva causó extrañeza que no fueran invitados Lasker, que solía quedar por encima del campeón en este tipo de encuentros; Reti, que le había ganado una buena partida en el torneo de 1924, y Rubinstein, que le había ganado en San Sebastián, y en los otros encuentros siempre habían hecho unas tablas descoloridas.
El torneo se hacía también con el objeto de definir el retador. A comienzos de ese mismo año, Capablanca había recibido sendos retos de Alekhine y de Nimzowish, que se consideraban con iguales derechos.
Por su parte, Alekhine, ya tenía muy adelantadas conversaciones con la Federación argentina de ajedrez para realizar el encuentro en Buenos Aires. Y Capablanca había estado de acuerdo. La carrera de aquél venía en un fulgurante ascenso, que él recoge en su libro Mis mejores partidas de Ajedrez, donde analiza partidas desde 1909, en su primera presentación en San Petersburgo hasta el año 23, con brillantes actuaciones en torneos importantes, como Carlsbad 1911, Schveningen 1913, Manheim 1914, Margate 1923 y otros. Actuaciones en las que demuestra con sobrada razón que debe ser el retador. Aunque Nimzowish por su lado también había hecho méritos parecidos. Pero esto lo iba a definir la tabla de posiciones del torneo.
En unas notas sobre los participantes en el torneo, para el New York Times, Capablanca escribe sobre Alekhine:
“El doctor Alejandro Alekhine nació en Rusia en 1902. La lista de sus éxitos es impresionante. Representante de la raza eslava, de más de 1.80 metros de estatura y de alrededor de 100 kgrs de peso, rubio y de ojos azules, Alekhine llama la atención por su aspecto cuando aparece en la sala del torneo. Habla con soltura seis idiomas, ostenta el título de doctor en derecho y por su cultura general sobrepasa con holgura el nivel de una persona mediana. Por lo visto, Alekhine está dotado de la memoria más excepcional que jamás haya existido. Nos encontramos por primera vez en 1913 en San Petersburgo. Apenas tenía 21 años y ya demostraba una extraordinaria noción de las aperturas. Actualmente es difícil encontrar otro experto igual en este campo. Nos parece que el contacto con nosotros favoreció el desarrollo y la formación de Alekhine.
En aquellos tiempos era muy débil en los finales. Ahora es muy fuerte en esa fase del juego. Entonces rengueaba en la apreciación del medio juego, mientras que actualmente es uno de los más fuertes en este sentido. En una palabra, antes Alekhine era todavía un jovencito inmaduro, mientras que ahora no hay otro tan acabado como él en todas las etapas del juego”.
Capablanca jugó el torneo con toda la seriedad del caso, con su fuerza de antes, y les ganó a sus adversarios sus encuentros individuales. Con Alekhine, que ocupó el segundo puesto, le ganó una partida y entabló las otras tres.
Los resultados finales fueron:
1. Capablanca 14 puntos
2. Alekhine 11.5 ”
3. Nimzowish 10.5 ”
4. Vidmar 10 ”
5.Spielmann 8 ”
6. Marshal 6 ”
“Debido a mi juego débil –dijo después Alekhine – el valor de esta partida fue nulo, pero su significado sicológico para la numerosa legión de aficionados (y no para el vencido) fue enorme. Sin duda, gracias a esta partida, el 95% de los llamados críticos competentes trataron de convencer al mundo del ajedrez de que en Buenos Aires en realidad no habría lucha, sino simple exterminio”.
Con el resultado del torneo, ya no había que darle más vueltas al asunto. Quedaba definido que para septiembre del mismo año se realizaría el match de Buenos Aires entre Capablanca y Alekhine.
Después del torneo, Capablanca salió apresuradamente para La Habana, donde había muerto su madre, María Graupera. La noticia la recibió en Washington, cuando iba camino a Nueva York a jugar el torneo.
“Este período posterior a la muerte de su madre –cuenta Jorge Daubar- lo vive Capablanca en plena reclusión, apenas saliendo a la calle cuando sus obligaciones con la Secretaría de Estado así lo impone.
Entretanto pasa sus ratos de ocio leyendo novelas históricas que muy recientemente se han convertido en sus favoritas. A ratos, y más por barajar sus ocupaciones que por otra cosa mayor, le dedica algunas horas al repaso de los pocos libros de ajedrez que tiene a mano en la que fuera la biblioteca de su padre”.
¿Entonces no se prepara para el match? Todo parece indicar que no. Haber triunfado en Nueva York de manera tan contundente sobre sus rivales, le dio la falsa seguridad de que el match de Buenos Aires sería algo sencillo; “un simple exterminio”, como decía Alekhine.
A finales de julio se embarca rumbo al Brasil, donde le tienen programadas cinco series de simultáneas, en Sao Paulo.
El barco va lleno de parejas de turistas de Europa del norte. En los puertos, los maridos se bajan del barco, en compañía de los marineros, en busca de las mulatas y las criollas que venden su amor. Sus mujeres quedan en el barco, al cuidado de Capablanca y otros comerciantes cubanos, que tratan de consolarlas lo mejor que pueden.
Cumple sus compromisos en el Brasil. Y llega a Buenos Aires el 10 de septiembre.
En el muelle lo están esperando los directivos del club de ajedrez y de la Federación Argentina de ajedrez. La prensa y los aficionados también han acudido en masa. Un delegado del presidente de la República lo conduce en una lujosa limosina hasta el hotel Plaza.
En la ciudad se vive una enorme expectativa. “Dos emisoras locales, la SOO y la LOR, que han contratado con los organizadores el derecho de transmisión exclusiva, por bloques de a diez partidas cada uno.
La primera para el gran Buenos Aires, y la segunda para el resto del país” (Daubar)
A su vez, Alekhine, ha llegado a la ciudad desde el 5 del mismo mes, en compañía de su esposa. Después de sus entrenamientos, todos los días da una larga caminada por los alrededores del centro.
El día de la primera partida, en su caminada habitual, se encuentra tirada en el suelo una herradura con sus clavos puestos. Y como era extraordinariamente supersticioso, sale para un puesto de venta de prensa, compra un diario cualquiera, la envuelve con todo el cuidado del caso y dice:
“¡Me estaba esperando!”.
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